Concilio

Con el Vaticano II ha cobrado nueva conciencia en la iglesia la importancia del concilio como expresión de una eclesiología de comunión. La sinodalidad de la iglesia y la larga tradición de concilios particulares, nacionales y ecuménicos parecía haber llegado a su fin tras la promulgación de la infalibilidad papal. Pero los concilios no son sólo reuniones de obispos en lo que se definen dogmas, sino que representan la colegialidad y corresponsabilidad de todos los obispos en la iglesia universal, así como la interrelación de todas las iglesias. El concilio ecuménico congrega a toda la iglesia y usualmente es convocado por el Papa, aunque basta con que éste lo asuma y acepte sus decisiones con toda la iglesia universal para que sea ecuménico. Para la tradición de la iglesia ortodoxa sólo hay siete grandes concilios ecuménicos, que son los del primer milenio antes de la división. Los otros concilios que los católicos llamamos ecuménicos (incluido el Vaticano II) serían sólo sínodos generales de la iglesia latina o de occidente, que expresan una iglesia dividida. Actualmente entre los católicos crece el deseo de un concilio ecuménico que reúna a todas las iglesias cristianas.

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