Cruz

La cruz constituye, junto con la resurrección, el núcleo central del misterio pascual y, por ende, del cristianismo. Este posee una carácter estaurocéntrico (staurós = cruz) que no puede minusvalorarse. Pero la cruz resulta, al mismo tiempo, una de las realidades más paradójicas de nuestra fe. Como ya recordara Pablo a los cristianos de Corinto, predicar a un Mesías crucificado venía a ser escándalo para los judíos y locura para los griegos, ya que la cruz representaba el fracaso más estruendoso y definitivo de quien, a sus ojos, tenía la pretensión de liberar al pueblo de las cadenas de la opresión.

gl-cruz.jpg

Precisamente para eliminar o al menos atenuar lo que es escandaloso, trágico y brutal tenía la cruz de Cristo surgen desde muy pronto, y se suceden a lo largo de la historia del cristianismo, explicaciones teológicas que se esfuerzan por hacer coherente y racional el hecho de la cruz. Citemos, entre ellas: la teología del rescate, del sacrificio, de la satisfacción vicaria, de la inmolación y de la sustitución penal, que tanto arraigo han tenido en la reflexión teológica, en la vida cristiana y en la espiritualidad. En este esfuerzo por hacer comprensible racionalmente el misterio de la cruz apenas mostró interés por el acontecimiento histórico, salvo en su detalles más anecdóticos. Su principal preocupación era demostrar la necesidad de la muerte de Cristo como paso obligado para llegar a la reconciliación de la humanidad pecadora con Dios. Difícilmente encontramos en esas teologías referencias a la liberación. Por ello, se ha llegado a afirmar, y no sin razón, que "muchas de las teologías de la cruz han desempeñado el papel de una ideología".

» Glosario