El término diácono significa el que sirve a la mesa o servidor. En san Pablo equivale al servidor de Dios o de la comunidad. Finalmente, se llamará diácono al que ejerce un determinado ministerio en la comunidad, es decir, a quien desarrolla un servicio en pro de los hermanos y de los hombres o de la solidaridad. El diaconado fue desde el comienzo de la iglesia un servicio especial caracterizado por la ayuda en el culto, la asistencia a los pobres y la dirección de la comunidad. Dicho de otro modo, el cristianismo evangélico puso el acento en la diaconía y en la liturgia, al utilizar tanto el verbo diakoneo como leitourgeo, pero sin oponerlos, ya que lo decisivo es el servicio a los hermanos a partir del altar, y la liturgia es una diaconía.
Muy pronto el sacramento del orden se dividió en tres ministerios ordenados: episcopado, presbiterado y diaconado. El diaconado fue importante mientras consistió en un servicio personal a los hermanos desde la eucaristía. Los diáconos primitivos suplían a los presbíteros en la celebración de algunos sacramentos, enseñaban al pueblo y administraban los bienes de la iglesia.