Sacramento

La teología actual ha recuperado el sentido amplio de la palabra sacramento, entendida como toda manifestación sensible del misterio de la salvación. Así, el sacramento original es la humanidad de Cristo, ya que constituye la revelación definitiva del Padre y de su designio salvador. Por derivación de esta humanidad de Cristo, también es sacramento todo aquello que está en contacto con ella. En primer lugar, todos los hombres, de los que Cristo es cabeza. En segundo lugar, aquellos hombres y mujeres que, de un modo explícito, se adhieren al evangelio por la fe y la conversión.

Entre los variados signos litúrgicos de la iglesia, hay algunos llamados por antonomasia sacramentos, que constituyen la máxima expresión de la visibilidad de la gracia y de la salvación, y el punto culminante de la vida de la iglesia.

Los siete sacramentos tienen importancia para la vida de la iglesia, y en cierta medida, todos gozan de la misma dignidad fundamental. Pero no todos son igualmente necesarios para cada uno de los cristianos, e incluso podemos hablar de ciertos sacramentos como más importantes en la estructura de la iglesia misma. Los siete sacramentos no forman un especie de sucesión lineal, en la que cada uno está situado en el mismo nivel que los demás: su situación respectiva se parece más bien a una constelación de tipo circular, cuyo centro está ocupado por la eucaristía, máxima realización de la iglesia y polo hacia el cual convergen todos los demás sacramentos.

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