Los pueblos del antiguo oriente tenían muy desarrollados los valores comunitarios. Tanto que para salvaguardarlos prodigaban los pactos o contratos (berith) que creaban vínculos muy estrechos entre sus miembros.
Israelitas, una vez fijadas por Moisés su experiencia religiosa (=yahvismo), decidieron ratificarla con un pacto solemne entre el pueblo y la divinidad. El escenario fue el Sinaí, donde los hijos delos patriarcas juraron fidelidad a Yahvé a cambio de su protección y ayuda. Sólo entonces tuvo el pueblo fuerza para iniciar la conquista de un territorio presuntamente prometido por la divinidad a su primer ancestro, Abrahán. Una vez conquistado el país cananeo, la alianza sinaítica se reafirmó en Siquén. A partir de entonces, toda la experiencia religiosa de Israel se cimentaría sobre esa alianza con la divinidad dándose con ello origen a una auténtica teocracia, que la instauración de la monarquía puso en peligro más de una vez. Por ello los profetas no cesan de recurrir a ella siempre que el pueblo olvida sus compromisos religiosos.