La tradición, ley esencial de la palabra de Dios en la comunidad-iglesia, no implica una especie de inmovilismo, en la trascendencia totalmente objetiva y despersonalizada de una serie de proposiciones dogmáticas y preceptos morales.
Tradición es la presencia de la palabra de Dios, siempre idéntica a sí misma, pero continuamente encarnada en el hombre que la oye y que se dispone a oírla en un lugar preciso y en la situación en que se encuentra, en el espacio y en el tiempo, en el ambiente que lo envuelve, en los condicionamientos económicos, sociales, culturales que, a la vez, lo encierran y lo exaltan.