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F

Fanatismo

Etimológicamente, fanatismo deriva del latín fanum (templo, lugar sagrado). De ahí, fanaticus pasó a significar "sagrado, perteneciente a la divinidad", aplicándose así a los sacerdotes de Belona, Cibeles y otras divinidades. Algunos de los rasgos que en ellos destacaron serán característicos de los fanáticos de todos los tiempos: exaltación corporal y anímica, furor, sugestibilidad, pretensión de poseer la inspiración divina y desarrollo de una conducta destructiva.

La palabra no ha sido nunca un término neutral. Desde sus primeros usos hasta el presente, ha tenido connotaciones, generalmente negativas, empleándose como arma para desacreditar al adversario. Existe, por tanto, un cierto relativismo en su uso: lo que algunos califican de fanático puede ser considerado por otros acto de heroísmo. El vocablo, ya en la época moderna, intentó ser rehabilitado por movimientos de orientación totalitaria.

Se puede definir el fanatismo como la intensa adhesión afectiva a una idea, socialmente compartida, a la que se concede un valor absoluto, que pretende ser realizada destruyendo, en nombre de ella, cualquier obstáculo que se interponga.

Del fanatismo se pueden hacer diversas clasificaciones, según el criterio que se elija. Según su objeto; puede hablarse de fanatismo religioso, político, étnico, moral, científico, artístico, o de aficiones concretas ("hinchas" deportivos). Por el componente actitudinal predominante, se puede distinguir entre fanatismo intelectual, emocional y comportamental. Por la identidad del sujeto fanático, cabe un fanatismo individual, o grupal (una secta extremista), incluso masivo (las grandes concentraciones populares del nazismo), o institucional (las prácticas inquisitoriales). Finalmente, el fanatismo puede ser resultado, o un rasgo aislado de la personalidad, pero también una estructura permanente del carácter. También es posible distinguir entre un fanatismo originario (tiene su raíz en uno mismo), y un fanatismo inducido (por la personalidad del líder).

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